Imprimir
Categoría: Nacionales

El Turco Claudio García tuvo un pasado de gloria pero también otro muy oscuro. El infierno de la cocaína golpeó su puerta largo tiempo.
En una profunda entrevista con Gastón Pauls, en el marco del ciclo Seres Libres (Crónica HD), realizó dramáticas confesiones. “Mi relación con la droga era muy lejana. La primera vez fue en un boliche, por curiosidad. Aparte de grande: en el 2000 tenía 37 años, casi 38. Te digo la verdad: me sentí distinto, me sentí bien, entre comillas”, recordó.
Reveló su peor momento. “Me compraba un papelito de papel glasé, como se vendía en ese momento: me compraba un gramo y me duraba un mes. Después, ya no era un ‘tac’: era un gramo por día. Y después, dos por día. Nunca dije cuánto tomaba por día, porque si la gente me ve así, dice: ‘La droga no es tan mala, mirá que bien que está'. Pero yo tomaba muchísimo, lo suficiente como para morirme, para que me agarre un ACV”, dijo y recordó que estuvo a punto de llegar a ese límite: “Un día me empezó a zumbar la cabeza y rescaté la escena de una película: me corté la yema de un dedo, me saltó la sangre y me relajó un poco. Tomaba lo necesario para que me pasara cualquier cosa: sabía, pero no me importaba, porque estás en Disney, no ves la realidad”.
Más adelante contó una anécdota de cómo se vio afectada la paternidad por el flagelo de la droga: “Mirá que enfermo que estaba que en vez de disfrutar a mis hijos, los padecía. Íbamos a comer a lo de un amigo, que me bancaba. Entonces, yo no quería tomar adelante de ellos, no iba al baño, nada: quería comer, que comieran rápido. Era verlos media hora, como una obligación. Y cuando terminaban de comer: ‘Chau, chicos, me tengo que ir’. Me inventaba cualquier cosa. Se iban y era una alegría... sos un hijo de puta, ¿cómo te vas a poner alegre?”, se dijo a sí mismo.
Ni siquiera el fútbol con amigos lo seducía. “Los pibes me decían: ‘Vamos a jugar’. Y yo prefería consumir y no jugar. Decía: ‘Qué mal que estoy, algo que era mi vida, que yo me volvía loco... Dejar de jugar por tomar. No, yo estoy mal, yo estoy grave’. Pero no le puedo echar la culpa a nadie, porque yo me alejaba. Yo quería estar con el que tomaba merca, porque si vos no tomabas, eras un gil. ‘¿Cómo voy a estar con vos? Me aburro’. Era un idiota”, dijo.
La pasó del todo mal tras la muerte de su padre. Comenzó con un particular ritual para conmemorar a quien le dio su apellido: “Cinco años seguidos, todos los 25, me compraba una docena de sánguches de miga, una sidra, y droga. Iba al cementerio tipo 5 y media. y me escondía cuando cerraban. Desde las 6 de la tarde hasta las 7, 8 de la mañana, me quedaba con mi viejo. Le ponía cigarrillos, porque fumaba. Yo comía, tomaba, todo... era una cosa de la que no me podía despegar, no podía cortar eso. Dos años antes de dejar de consumir, dije: ‘Ya está, ya me despedí bien, ¿por qué tengo que hacer esto? estoy sufriendo demasiado".
Y aún no había tocado fondo. Eso fue con el nacimiento de Yamil, de 16 años y jugador en las inferiores de Racing: “Antes de internarse, mi señora limpió el departamento, lo dejó una belleza para la llegada del bebé. Y cuando ella pasó la noche ahí, metí minas, chabones, todo. Cuando fui a buscarla, me vio y no quería que toque al nene. Y cuando la traigo para mi casa, con mi suegra, abre la puerta del departamento y parecía Londres: un humo... Los cigarrillos apagados en el piso. Se puso a llorar, le agarró un ataque de nervios y se fue con la madre a la casa de ella. El nene no podía estar ahí”.
En el final, El Turco dejó una definición con su sello: “La cocaína es un impermeable: te tapa la lluvia pero se te ve la ropa. El adicto, cuando se muere alguien, toma porque se murió y está triste. Cuando nace uno, festeja y toma porque está contento. Si llueve, toma porque llueve. Si sale el sol, toma porque sale el sol. Siempre hay una excusa”.