Walter Herrmann, campeón olímpico 2004 y ex jugador de la NBA, se encuentra realizando charlas de Motivación. “El corazón no se negocia”, afirmó el venadense y remarcó que "Venado Tuerto es su lugar en el mundo".

-Walter Herrmann ¿es un ex jugador?
-Para nada. No me siento un ex jugador. La verdad que los últimos dos años en Buenos Aires fueron desgastantes, tanto cuando estuve en San Lorenzo como en Obras. Tengo mi familia en Venado Tuerto, entonces viajaba todas las semanas. Me tomé un tiempo corto sólo para descansar. La idea era que en diciembre de 2017 me sumara a un equipo. Mi agente no llegó a un acuerdo. Pero me entreno todos los días en el club Ciudad de mi pueblo. Sigo en actividad.

-¿Cómo es tu día a día en la actualidad?
-Lo principal de todo, disfruto de mi familia. Estoy casado y tengo tres hijos. Mi esposa es de España pero nos instalamos acá. En estos momentos me atrapó el tema de las charlas motivacionales. Y como es mi característica, siempre me pongo un objetivo. Me gustó, me preparo, capacito y cada día me identifico más con lo que estoy haciendo. Me gusta mucho por la recepción y retroalimentación de la gente.

-Fuiste el único jugador de la Selección Dorada que se animó a manifestar su descontento con Rubén Magnano. ¿Te considerás el rebelde de un equipo que para el mundo del deporte es como un “mundo mágico?”
-(risas) Con los chicos de la Selección de Atenas 2004 tenemos un grupo de WhatsApp y en más de una oportunidad, me dijeron: ‘Justo tenés que hablar. Mirá que somos como un equipo inmaculado. La familia perfecta’. Todo con buena onda. Pero soy así. Digo lo que siento, me faltaron el respeto. Magnano me dijo que Tolcachier no me había visto concentrado en la entrada en calor. Era la final, primer tiempo, había sido un fenómeno contra Grecia y Estados Unidos, no jugaba un minuto, entonces dije: ‘¿será verdad lo que me dijo?’ Y fue así. Salimos campeones olímpicos, lo disfruté como deportista, por mis compañeros y el país, pero terminé enojado con Magnano.

-¿Volviste a hablar alguna vez con Magnano? Él hace un tiempo dijo que se equivocó en llevarte a los Juegos Olímpicos, que eras un jugador que no mirabas más allá de tu ombligo…
-Una vez me lo crucé en un Sudamericano. Yo jugaba para la Selección y él estaba en Brasil. Lo saludé como corresponde. Pero nunca más tuve diálogo ni quiero tenerlo. Repito, me faltó el respeto, nada más para decir.

-Qué contradicción en tu carrera. Llegaste al básquetbol Europeo porque te vieron en una entrada en calor en un partido de Liga Nacional.
-Es verdad. Llegó un agente a verme. No tenía muchos minutos de juego esa temporada. Sólo me vio entrar en calor y se fue. Salí campeón con Atenas, partí a España y recién ahí me enteré que por esos movimientos precompetitivos había llegado al básquetbol europeo.

-Con Julio Lamas en San Lorenzo también tuviste diferencias hace dos años…
-La verdad es la realidad. Es decir una sola. Quería seguir en San Lorenzo. Lamas quiso otro jugador de diferentes características e informó que yo no seguía por un tema económico. Error. Las cosas hay que decirlas como son. Me encantó jugar en el club del cual mi familia es hincha. Fue una experiencia hermosa y, como plus, salimos campeones.

-Volviendo a la Selección, por favor, contame algo del grupo de WhatsApp de la Generación Dorada. ¿De qué hablan, temas, gastadas?
-Es un grupo idéntico al que tienen todos los amigos. Obviamente, de lo que menos se habla es de básquet. Gastadas, reenvío de videos, saludos de cumpleaños. Lo mismo, por ahí parecemos niños.

-Fuiste jugador NBA, pero debiste interrumpir tu luna de miel para llegar.
-En mi carrera deportiva siempre tomé decisiones complicadas. Jugaba en mi pueblo, en Centenario. Para llegar a la Liga o me iba a Olimpia de Venado Tuerto, clásico rival, o afuera de Santa Fe. Me fui a Olimpia. Luego pasé a Atenas. Siempre clásicos rivales. Y con la NBA pasó algo similar. Estaba de luna de miel con mi mujer, se me ocurre leer los mail, mi agente americano me dice que en 72 horas tenía una prueba. No tenía zapatillas, hacía 20 días que no tocaba una pelota. Le di el Ok, abandoné a los personajes de Disney, me compré unas zapatillas New Balance, las únicas que encontré talle 52, durísimas, y me entrené 48 horas para ir a la prueba. Quedé y empecé a jugar en Toronto Raptors. Luego pasé por Charlotte Bobcats y después a Detroit Pistons.

-Sos un privilegiado: campeón olímpico, jugador de la NBA y conviviste a diario con Michael Jordan…
-Es la verdad. En Charlotte, Jordan era de estar seguido en las prácticas. Es más, en una oportunidad ingresó a un entrenamiento, llegó con unos amigos, miró unos ejercicios y me dijo que atacara de nuevo el cesto. Se paró, se sacó el saco y empezó a defenderme. Estaba enfrente del mejor jugador de todos los tiempos. Una cosa única que me dio el básquet. Desde los 10 años supe que quería hacer esto, me esforcé al máximo para lograr cada objetivo. Llegar a la NBA fue uno. Ni hablar de cenar con Michael Jordan.

-¿Cuál fue el rival NBA que más te gustó enfrentar?
-LeBron James. Por característica de juego y posición en la cancha coincidíamos. Me encantaba defenderlo. Era “el” rival. Una bestia.

-¿Qué jugador argentino te deslumbró en tu carrera?
-Marcelo Milanesio. Un crack. Tenía una visión de juego única. Con una mirada te decía dónde tenías que jugar. Cuando salimos campeones de la Liga y él se retiró, traté de convencerlo. ‘Estás intacto, podés seguir, no te vayas’. Pero era la culminación de un sueño. Se retiró campeón. Hasta en ese detalle era perfecto.

-¿Un amigo que te dio el básquet?
-El base español Carlos Cabezas (Regatas de Corrientes). Hicimos una amistad grande. Me ayudó mucho tras el accidente de mi familia en 2003. El otro día viajé para verlo jugar el clásico con San Martín, donde está jugando el mendocino Fede Aguerre.

-¿Qué personaje del mundo del deporte admirás al margen del básquet?
-Me encantaría conocer a Roger Federer. Admiración absoluta. Un crack.

-Conociste a Diego Maradona en España. ¿Podés contar esa historia...?
-Estaba en España y Diego había arrancando con el show del fútbol 5 en césped sintético. Mi agente me comenta si quería conocerlo. Estaba en una ciudad cercana. Viajé, toqué el timbre y me atendió Claudia, que ya era su ex mujer pero manejaba ese emprendimiento. Me saludó como si me conociera de toda la vida. Pasé, llegó Diego y me tiró ‘Hola Walter’ y me dio un abrazo, como si fuéramos amigos. Un genio. Una experiencia inolvidable. Me pasó lo mismo con Batistuta en Australia. Otro fenómeno.

-¿Me podrías decir cuál es tu quinteto ideal de compañeros de tu carrera deportiva?
-El base, Marcelo Milanesio; escolta, Juan Espil; ala pivot, Scola, y pivot, el 'colo' Wolkovysky.

-¿Y Manu?
-Uhh Manu. Qué quilombo se arma (risas). Que me disculpe Juancito Espil, al banco. Entra Manu. Repito: Milanesio, Manu, Herrmann, Scola y el Colo (Wolkowyski).

-Por último, ¿qué mensaje podrías dejar a los miles de chicos que integran las divisiones formativas del básquetbol de Mendoza?
-El corazón no se negocia y tampoco las ganas. Te pueden superar en talento pero no en el corazón. No sólo en el básquet, también en el día a día. Hay que plantearse objetivos y cumplirlos. Cuando se logre esa meta, hay que buscar otra. Ahí está la clave para la superación personal.

Desde la línea 6,75…
Comida preferida: Zapallitos rellenos. Una pasión.
Una bebida: cerveza la coronita.
Televisión en el living o en la cama: en el living. No veo tele en la cama. Sólo en los hoteles porque están siempre.
Equipo de fútbol: San Lorenzo de Almagro
Jugarías en Boca (una especie de clásico actual): Obvio. Sí, soy un profesional.
Un lugar para vivir: Málaga, España.
Un lugar en el mundo: Venado Tuerto.
Rubias o morochas: Rubia como mi señora (risas).
Película: “Padre rico, padre pobre”
Libro: "El Luchador" de Lori Foster.
Un placer: mi escuelita de básquet.


Por Gustavo Villarroel - Los Andes