Conocé la historia de Gerónimo Debárbora y la oriunda de Venado Tuerto Cecilia Sbrizzi , dos profesionales de 30 años que buscan nuevos horizontes trabajando en diferentes campos del mundo.
“Hoy me queda terminar un silo puente y vamos a empezar a cortar forraje en un par de días, luego vendrá el henolaje, pero estamos muy tranquilos”, dice desde Cudgee -a 15 minutos de la ciudad de Warrnambool, Australia-, Gerónimo Debárbora, oriundo de Santa Fe Capital. Junto a Cecilia Sbrizzi, de Venado Tuerto, son protagonistas de esta historia, en la que ambos concretaron sus deseos de viajar en busca de otros horizontes.
Se conocieron estudiando en la universidad en Rosario, en el año 2010, y ambos accedieron al título de Licenciatura en Comercio Internacional, para luego desarrollar su experiencia de vida profesional en diferentes empresas en la gran ciudad. “No nos iba mal, teníamos buena calidad de vida, pero decidimos viajar para tener la opción de la experiencia”, afirman.
“En 2017 partimos de Argentina hacia Italia con el objetivo de conseguir la ciudadanía europea y así acceder más fácilmente a las visas para Nueva Zelanda. Luego regresamos a Argentina, y al poco tiempo partimos”, sintetiza Gerónimo.
“Al principio optamos por las visas temporales llamadas “Working Holiday”, que tienen como finalidad viajar por el país libremente y no depender de un puesto de trabajo en particular”, dice Cecilia.
Casi siempre se dedicaron a tareas relacionadas con el campo, como agricultura, ganadería, fruticultura. Es decir, en un año y tres meses -la duración de la visa- trabajaron en cosecha de kiwi y en distintas áreas de una planta empaquetadora de frutas, “donde se presentan muchos puestos, pero gracias a nuestro inglés pude trabajar como Supervisora, lo cual era más entretenido que hacer todo el tiempo lo mismo”, aclara Cecilia.
“Luego trabajamos en un tambo y a continuación en la industria de las cerezas y frutas con carozo. Después fuimos a un centro de esquí y finalmente volvimos a un tambo, en la crianza de terneros y en el ordeñe».
Al mismo tiempo, recuerdan que conocieron gente que les permitió pensar en la posibilidad de sacar otra visa similar, pero en Australia. “Entonces, al final de nuestro tiempo en Nueva Zelanda, hicimos las gestiones y nos vinimos, no sin antes de pasar unas cortas vacaciones en Argentina”.
Y agrega: “Fue en Nueva Zelanda donde descubrimos la gran pasión que tenemos por el campo. Viajar nos permitió encontrar la pasión que es trabajar en el campo. A mí, por ejemplo, me gusta muchísimo cocinar y vivir esta vida que llamo ‘volver a la cocina real’”.
“Nos había gustado la vida en el campo a partir de una experiencia que hicimos en Santa Rosa de Calamuchita, donde instalamos una forrajería en la que nos fue muy bien, pero que vendimos en poco tiempo debido a que no abandonamos nuestra idea de viajar. Por eso durante el invierno del 2020 nos especializamos a través de un curso en el ISEA, de la Sociedad Rural Argentina, que además se puede hacer online, y del que nos enteramos por otra amiga que también vive en un campo”, detalla Cecilia.
“Así fuimos encontrando la vida en un área rural, no lejos de las grandes ciudades, pero a la vez no tan apilados como se vive en ellas. Nos gustó esta vida más casera, creo que eso se debe a que los dos somos de ciudades no muy grandes. Es como que recuperar la vida que hacíamos hasta antes de ser estudiantes”, dice Gerónimo.
Entonces en Australia, empezaron trabajando en un tambo, luego en la bodega más grande de ese país durante la vendimia, «y luego en un tambo de vuelta”, cuentan mientras repasan el camino recorrido.
“Yo ordeño y para eso me levanto 04.30 am. Mientras Gerónimo empieza más tarde, excepto los martes y miércoles que son nuestros días de descanso”, dice Cecilia y continúa: “ahora soy la mano derecha de la dueña de un establecimiento mixto y familiar con dos tambos de 50 bajadas en calesita cada uno”.
Para más detalle dice: “Me encargo de uno de los tambos con 350 lecheras. Ayudo a detectar su buen estado, verificar que no haya casos de mastitis y si se debe separar una enferma que necesita tratamiento, o si se precisa inseminación, etc. También me ocupo mucho de las pariciones. Mi rutina es el ordeñe y la crianza de los teneros principalmente, pero atiendo otras cosas también de la práctica diaria en el tambo”.
“Mi actividad es la operación de equipos, tarea para la cual tengo licencia profesional”, dice por su parte Gerónimo. “En Nueva Zelanda manejé montacargas para la carga de frutas y tractores con sus trailers para silaje. Ahora en Australia manejo tractores, mixers, cortadoras, rastrillos, rotoenfardadoras e incluso tenemos una picadora en el equipo para la confección de las reservas de silaje”, sintetiza.
El campo es de una empresa familiar grande con 1000 hectáreas, pero la distancia entre los tambos es de 2 km, y ello permite que almuercen siempre juntos en la casa que les asignaron, que es muy linda, cómoda y solo para ellos. “Esta dentro de uno de los lotes del tambo y, de hecho, mañana llegan las vaquillonas y debo revisar que todo se encuentre en orden”, recuerda Gerónimo.
Se encuentran a cinco cuadras de la autopista que los lleva a Melbourne en 3 horas y media, es decir “no estamos aislados como no lo está la mayoría de los tambos en el Estado de Victoria”. Además, demoran 15 minutos en llegar a Warrnambool, «una cuidad hermosa», relativamente nueva y con todas las facilidades como supermercados, shoppings. Y además a 20 minutos están la playa y el mar.
“En Australia hay pequeños campos con tambo de 300 vacas, y existe la figura del share farmer que sería como el asociado del dueño del campo, combinación en la que uno pone la tierra y el otro pone los animales, generalmente a porcentaje. Pero en el corto plazo buscamos hacer experiencia viviendo en un país que brinda una serie de posibilidades”, concluye Cecilia.
Parece que el esfuerzo va dando sus frutos.
Por Juan Raggio - ExpoAgro