Aberturas Aluminar

En el ciclo de charlas de Infobae de figuras destacadas, la directora de contenidos de América cuenta cómo fue la infancia siendo hija de una madre soltera y empleada doméstica en una estancia, quién era el señor Parodi y por qué lleva su apellido, cómo logró entrar en los medios y por qué cree que lo más importante es “estar siempre disponible y no dejar pasar ninguna oportunidad”

La aparición de su padre y el encuentro en Venado Tuerto
“Yo había tenido la ilusión en algún momento de saber quién era mi papá. Esas cosas cuando uno es chico no se hablan, nadie habla. Y yo no quise nunca preguntar para no importunar a mi mamá. Pero a los 17 años le pregunté quién era. Todavía vivíamos en José C. Paz. Me dijo: ‘Te voy a explicar’. Y empezó: ‘¿Te acordás de Fulano, que iba a la casa del abuelo cuando vos eras chiquitita? Bueno, él era tu papá'. ‘Ah, el que me regaló la pulserita.’ Sí. ¿Y qué pasó? Bueno… Al parecer mi papá era un señor que cuando mi mamá quedó embarazada, tenía otra familia en otro pueblo. Ella entendió que eso era para terminar la situación y la terminó, y se quedó siendo una madre soltera”, cuenta Liliana.
“Tiempo después él reapareció pero mi madre ya estaba casada con Parodi. Nunca más tuvieron contacto entre ellos. Bueno, me contó eso, fin del tema. Me sentí que era una mujer superada, que ya estaba. Pero a los 28 años empecé terapia con la doctora Marta Williams (mi terapeuta desde hace 30 años), y en algún momento apareció el tema”, dice.
Liliana tenía una dirección de dónde vivía su padre, se la había hecho llegar un pariente que sabía quién era su progenitor. A los 29 años, ella le escribió una carta y se la mandó. “Le dije que yo quería conocer mi otra mitad, que no quería importunar en la vida de nadie, pero que era importante a esa altura saber cómo había sido mi otra mitad. Y a la semana sonó el teléfono, de línea, no había celulares. Yo digo: ‘Sí, quién es’. Y me dicen: ‘Soy Fulano de tal, yo soy amigo de tal persona’, que era mi papá. ‘Él está enfermo pero recibió la carta, me dijo que te llame y que vos nos llames el sábado a tal hora porque él está en cama y la familia de él no tienen que enterarse de esto’... Acepté y lo llamé. Y hablamos por teléfono. Él estaba enfermo de cáncer en la garganta. Nos presentamos por teléfono: qué había sido de mi vida, qué era de la de él, me cuenta los hijos que tenía. Había tenido varias mujeres, la primera, mi mamá, otra, otra. A veces estaban encimados los casos, pero bueno…”.
Luego de esa charla Liliana comienza a pensar en viajar a Venado Tuerto a conocerlo. Debía ser todo con discreción para no importunar a la otra familia de su padre. Sin embargo, a los pocos días la llamó una mujer que se presentó como Rafaela. Le dijo que era una de sus hermanas, y que su padre siempre les había dicho que ella existía. “Como que volvés a nacer. Porque de que te ignoraban y no existías a que una de tus hermanas de todas esas madres te diga que existías…”, dice Liliana, visiblemente emocionada.
Quedaron en encontrarse, pero al tiempo la salud de su padre empeoró. “Yo ya estaba trabajando en Radio América, mi familia no sabía nada de mi búsqueda. Le pedí a una amiga que me acompañe y nos tomamos un micro. Allá nos esperaba Rafaela, que tampoco la había visto en mi vida. Eran las cinco de la mañana de un 6 de agosto, hacía frío en Venado Tuerto”, cuenta.
“Me preparé y fui al hospital a verlo. Había cuatro camas con enfermos terminales. Él era uno. Casi no podía hablar, porque tenía un cáncer en la garganta. Así que nos conocimos y en un momento me dijo una frase que no me olvidé nunca en mi vida: ‘Ahora que te vi ya me puedo morir’”.
Su padre murió menos de 48 horas después de haberla conocido. “Yo no lo tomé dramáticamente, lo tomé como que la vida me regaló ver antes de que muera a una persona que era mi otra mitad”, dice.