El pasado viernes 7/9, tras no haber resistido su última internación, murió en la ciudad de Basavilbaso (Entre Ríos), Fabián Amaranto Tomasi, el extrabajador fumigador que se convirtió en el símbolo de la lucha contra los agrotóxicos en Argentina y el mundo.
Su caso venía siendo el más emblemático del daño causado a los obreros por los agrotóxicos. Trabajó durante años en tareas de carga y bombeo en una empresa de aplicación aérea. Sufría polineuropatía tóxica severa y atrofia muscular generalizada, lo que lo obligaba a estar postrado en su casa con solo 52 años.
“Me envenenaron y me metieron en una prisión domiciliaria”, señaló hace un tiempo en una entrevista a un medio litoraleño. “Mi vida transcurre en mi casa. Me jubilé por incapacidad y me detectaron polineuropatía tóxica severa, la ‘enfermedad del zapatero’. Es aspirar los solventes que traen las sustancias, que son todas similares y afectan el sistema nervioso periférico”. “Ahora también me está afectando la conciencia. No sabía que el veneno modificaba el ser consciente. Estoy perdiendo la vida”, señaló en ese momento.
Su imagen se hizo mundialmente conocida cuando el fotógrafo Pablo Piovano lo retrató en 2014 en su exposición El costo humano de los agrotóxicos, una cruzada por el noreste argentino buscando visibilizar el lado más oscuro del agronegocio.