El miércoles pasado, cerca del mediodía, Hilda, de 87 años, y su esposo Hugo, de 92, entraron a Megabar, un pequeño local de Rosario ubicado en la esquina de 27 de Febrero y Corrientes. A paso muy lento, se sentaron, dejaron a un costado las bolsas que traían encima y pidieron milanesas. La pareja terminó de comer pero permaneció en el local por varias horas más. Estuvieron casi sin hablar y moviéndose cada tanto de un lado a otro. Estaban como nerviosos. La situación despertó cierta inquietud en el resto de los clientes y en los empleados.
Finalmente, la dueña del bar se acercó a la mesa de los ancianos y empezó a indagarlos para saber qué estaba pasando. Por qué estaban teniendo esa actitud. Fue así que pudo conocer los detalles del drama que se escondía detrás de la pareja.
Hilda fue la única que dio explicaciones. Su marido apenas podía hablar, así que fue ella la que se puso al frente de la situación. La mujer contó, entre varias cosas, que habían sido desalojados ese día por la mañana del departamento que alquilaban y que no salieron del bar porque estaban esperando a que llegara uno de sus hijos, el que vivía con ellos y los había acompañado hasta la puerta del local con la promesa de que pasaría a buscarlos apenas pudiera.
Pero el reloj siguió avanzando y esto jamás pasó. Con el tiempo se fue confirmando lo peor: Hilda y Hugo fueron abandonados por su hijo en un bar céntrico, con sólo 500 pesos y varias bolsas de consorcio llenas de ropa vieja.
María Inés es la propietaria de Megabar y contó en diálogo con Infobae cómo transcurrieron las horas entre que se sentaron a comer hasta que finalmente fueron llevados a la comisaría 5ta de Rosario. "Terminaron de comer y pasaron como tres horas. Comenzaron a ponerse nerviosos. Caminaban de un lado a otro. Nos pareció muy rara la situación hasta que me acerqué y les pregunté qué les estaba pasando. Les pregunté si tenían plata para pagar la comida y me contestaron que sí. Fue ahí que me contaron lo del hijo y el desalojo", dijo.
La dueña decidió entonces esperar algún tiempo más pero todo seguía igual. En el fondo, María Inés sabía que el hijo no iba a pasar a buscar a sus padres. Sospechaba que los había dejado y no volvería jamás. Decidió entonces avisarle a la Policía y con los pocos datos que pudieron sacarle a la mujer y varios de los vecinos que los conocían, ubicaron el edificio del que habían sido desalojados.
"Hilda no sabía ni dónde estaba parada y menos el marido, que había sufrido un ACV hace poco. No tenían teléfono, estaban muy débiles, sucios y tenían sólo las bolsas con ropa y perchas. Ella, por ejemplo, tenía pis encima. Era muy triste verlos", lamentó.
Las autoridades le pidieron a la propietaria del bar que los retuviera en el local. Hasta ese punto, los abuelos conservaban la esperanza de que su hijo pasara a buscarlos. No querían decirles nada para no alterarlos. María Inés y los efectivos policiales se dirigieron hasta el edificio para intentar ubicar al hijo de los abuelos. Entraron por la fuerza al no recibir respuesta y tocaron timbre por timbre hasta dar con el departamento. Fue entonces que corroboraron el desalojo. La vivienda no tenía un solo mueble.
"En el departamento pudimos encontrar el teléfono del otro hijo, que es el que termina buscándolos después en la comisaría. Durante todo el allanamiento los abuelos se quedaron en el local. Después regresamos y seguimos esperando a ver si aparecía, pero nunca sucedió", continuó la mujer en la entrevista a este medio.
El tiempo pasó. Ya casi se hacía de noche y María Inés decidió llamar a la policía nuevamente. No podían quedarse en el local y ellos lo sabían. "Cuando finalmente vinieron de la comisaría, ahí se dieron cuenta de que los había abandonado y se largaron a llorar. Fue tremendo. Yo en la tarde les ofrecí mate cocido pero no quisieron tomar nada", relató la mujer, quien reveló más datos del calvario que vive el par de jubilados.
Gracias a lo que pudo averiguar la propietaria del bar con el relato de los vecinos que sí los conocen, se pudo saber que Hilda y Hugo sufrían del maltrato constante por parte de su hijo. Según le contaron en el edificio, todo el tiempo se escuchaban gritos por parte del hombre hacia sus padres. Otro detalle que da cuenta del drama es el tema económico. De acuerdo con la propietaria, ambos cobraban jubilación. El hombre de 92 años del sector de comercio e Hilda la mínima.
"Ella me explicaba que no entendían por qué los desalojaban si siempre pagaron el alquiler. De hecho con lo que ganan les alcanzaba. Por eso para mí en esto tiene que ver el hijo que los abandonó. Hoy están sin nada, como a la deriva", resaltó.
Casi a las 19 pasó un patrullero y llevó a los ancianos a la sede policial. Todo el barrio se conmovió y hasta pensaron en hacer una suerte de colecta para pagarles un hotel y que no pasaran la noche en la comisaría. Sin embargo, no fue necesario. Hacia las 20 se hizo presente Raúl, el otro hijo de la pareja, quien en medio de llanto, dijo no saber nada de la precaria situación de sus padres.
"Algo sabía por la inmobiliaria, porque se comunicaban conmigo. Aparentemente la inmobiliaria dijo basta, hasta acá llegamos, y tuvieron que sacar los muebles y se quedaron en la calle", dijo. El hombre agregó que no tiene contacto con su hermano, y que los números que tiene están en desuso.
"El caso de Hilda y Hugo fue tan conmovedor que incluso las policías de la comisaría nos dijeron que se les rompió el corazón. Quedaron completamente solos y ojalá esto se sepa aún más para que nunca más pase, porque los casos de abuelos abandonados son muchos. A mí me llaman todo el tiempo pidiéndome comida", finalizó María Inés. Hasta el momento, el hombre que los dejó en la puerta del bar no ha podido ser encontrado.