A media mañana del 20 de mayo de 2000 un rumor empezó a filtrarse con sigilo en los hogares de Rufino, en los confines del sur santafesino, y para el mediodía ya era una bomba que estalló en formato de noticia: Natalia Fraticelli había aparecido muerta en su cama. Natalia tenía 13 años y era la hija del juez de Instrucción penal de los juzgados locales, Carlos Fraticelli. La causa de su muerte estuvo infectada de dudas desde el primer momento. En pocas horas en la ciudad no se hablaba de otra cosa y 20 años después todavía hay quienes se preguntan cómo murió esa adolescente de rostro aniñado y mirada estrábica: hasta hoy nadie pudo dar jamás una explicación precisa sobre lo qué pasó y es probable que ya nadie tenga expectativas de que alguna vez ocurra.
Natalia era una chica dulce y muy cariñosa, según la describieron sus amigos, docentes y vecinos los días posteriores a su muerte. Su hermano Franco habló de ella en términos similares. Había estado internada por unas convulsiones unos años antes, tenía un leve retraso madurativo y tomaba una medicación con regularidad. Aunque era hija de un juez, hacía una vida similar a la de cualquiera de las chicas de su edad.
La joven había planeado dormir en la casa de una amiga la noche del 19 de mayo de 2000, pero ese plan se frustró y alrededor de las 11 de la noche llegó a su casa. Pocas horas después estaba muerta: sus padres declararon que la encontraron en su cama, en la planta alta de la casa de San Juan 340, con una bolsa de nylon en la cabeza. Un rato después el médico de la familia y un juez civil constataron el deceso. Para entonces la novedad sobre su muerte ya corría de boca en boca por las calles de Rufino con la fuerza de un tsunami.
Los casi 18.000 habitantes de la ciudad no estaban habituados a que los periodistas los abordaran en la calle ni a verse a sí mismos hablando en los noticieros de la televisión. La piratería del asfalto que asolaba a los camioneros en las rutas de la región y el abigeato eran los delitos más comunes. El hecho violento más resonante en aquellos tiempos había sido un asesinato durante un enfrentamiento ocurrido frente a uno de los burdeles de mala muerte que hay en los alrededores del casco urbano. Aunque está en un enclave entre tres provincias, Rufino era uno de esos típicos lugares de provincia donde casi nunca pasa nada.
Pero la muerte de Natalia alteró la calma de sus habitantes. Ya desde el primer día las hipótesis sobre lo que pudo haber ocurrido se multiplicaron y fueron desde la posibilidad de una venganza contra el padre por alguna de las investigaciones que realizaba hasta el robo o el suicidio. Al menos las primeras dos parecían poco verosímiles: en la casa de los Fraticelli no había signos de violencia. Nadie había forzado las puertas ni las ventanas, ni se había trepado por las medianeras, para llegar hasta el cuarto de la chica. Aunque no imposible, parecía poco probable que alguien hubiese entrado hasta su habitación para asesinarla.
Esa misma tarde, el avezado médico legista de la policía Ulises Cardozo vio la escena donde murió Natalia y lo describió con contundencia: "El cadáver estaba impecable, no tenía ni un arañazo. La chica estaba sobre la cama, vestida con un pijama y parecía como dormida. Lo primero que me llamó la atención es que no hubiera ningún signo de violencia".

La autopsia
Caía la tarde de sábado cuando el cuerpo de Natalia fue trasladado al Instituto Médico Legal de Rosario y cerca de la medianoche un médico hizo la autopsia. El forense se llamaba Luis Pettinari y le tocó a él hacer el análisis del cadáver porque esa noche estaba de guardia. Su dictamen se conoció enseguida, destrozó todas las habladurías sobre la muerte y la reemplazó por otra, mucho más sinuosa e inquietante. Mucho tiempo después se sabría que en realidad había cometido un error que llevaría a la Justicia santafesina a incurrir en una de las equivocaciones probablemente más significativas de toda su historia.
Pettinari dijo que la chica había sido estrangulada y cambió así el foco de la investigación, porque ese dato volvió las miradas sobre Fraticelli y su esposa, Graciela Dieser. Cuatro días después la policía detuvo a la madre de Natalia por orden del juez de Instrucción penal Carlos Risso. Y seis días más tarde también apresó al propio Fraticelli.
Oficialmente, diez días después de la muerte de Natalia la principal hipótesis de la investigación era que la joven había sido asesinada por sus padres.
Los habitantes de Rufino asistían perplejos y aturdidos a una trama que parecía más propia de una novela sobre lo que los detectives llaman crimen en casa cerrada que un episodio cuyos protagonistas eran personas que conocían y con las que interactuaban en distintos ámbitos de la ciudad.
El juez que investigaba, Carlos Risso, adquirió de pronto un perfil alto. Hacía declaraciones diarias a la prensa y no tenía pruritos en revelar sus sospechas sobre el matrimonio Fraticelli. Detalles muy privados sobre la vida familiar y la relación entre Fraticelli y Dieser se ventilaron sin pudor en canales de televisión y diarios, sobre todo porteños. Incluso llegó a decir delante de un enjambre de periodistas cuál era la razón por la que creía que habían asesinado a la hija: "Ella los estorbaba", afirmó rotundo.

La hipótesis de que la pareja había estrangulado a Natalia parecía no tener vuelta atrás y en Rufino sólo quienes conocían bien al matrimonio repetían:

- No fueron ellos. No pudieron haber sido ellos.
Otros, prejuiciosos, apelaban desde "la cara de loco" de Fraticelli hasta las desavenencias matrimoniales para dar por hecho que el juez y su mujer habían matado a la hija.
Sin explorar otras hipótesis, pocos días después del hallazgo del cuerpo Risso procesó a Dieser y en noviembre de 2000 también a Fraticelli (tuvo que esperar su destitución como juez). El delito que les atribuyó fue homicidio calificado por el vínculo que los unía a la víctima y la alevosía. Una de las principales "evidencias" que tuvo en cuenta fue que en el cuerpo de la chica había una dosis muy alta de un medicamento contraindicado contra la patología neurológica que padecía. Para él era un signo más de la intención asesina de los padres, para las defensas de los acusados era la prueba de que Natalia se suicidó. Mucho después, ese detalle surgido de los exámenes anatomopatológicos realizados al cadáver llevaría a un par de jueces a la misma conclusión que los abogados de Fraticelli y Dieser.
Paradoja inexplicable, ese informe de los análisis anatomopatológicos firmado por una especialista del propio Instituto Médico Legal de Rosario revelaba un dato que contradecía la hipótesis oficial y que el juez Risso nunca tuvo en cuenta: decía que la fractura del hueso hioides que supuestamente demostraba el estrangulamiento de Natalia en realidad había sido provocada en la autopsia por las manos del forense Pettinari. Ese detalle y el hecho de que en el cuello de la chica no hubiese marcas permitieron al abogado rosarino Héctor Superti formular una afirmación categórica: Natalia no había sido estrangulada. Superti era el defensor de Dieser y por esos días acuñó la expresión “la hipótesis fuertemente preferida” para explicar por qué Risso acusó a los padres y no tuvo en cuenta evidencia empírica que probaría el suicidio.

Indicios difusos
El procesamiento dictado por Risso se basaba en algunos indicios difusos, pero al mismo tiempo carecía de pruebas categóricas. “Díganme por qué estoy detenida”, preguntaba por esos días, a veces a los gritos, la mamá de Natalia. La mujer estaba internada en una clínica psiquiátrica de Venado Tuerto y Risso preparaba su traslado a una celda de la cárcel de Melincué, donde acabaría confinada por casi siete años.
El procesamiento dictado por Risso se basaba en algunos indicios difusos, pero al mismo tiempo carecía de pruebas categóricas
Para entonces la causa judicial había ingresado en una autopista de un solo sentido. Cuando faltaban seis días para que se cumplieran dos años de la muerte de Natalia, un juez de Sentencia condenó a Fraticelli y Dieser a prisión perpetua. Para el magistrado, ellos habían asesinado a la hija.
El fallo escrito llevaba la firma de Fernando Vidal, un juez de los tribunales de Melincué, y consideraba a Fraticelli y Dieser. Su razonamiento jurídico tomaba casi al pie de la letra los que usó Risso mucho antes para procesar a la pareja, pero ignoraba olímpicamente pericias propuestas por los abogados de la pareja. Esas pericias, sostenían Superti y Carlos Edwards (el defensor de Fraticelli) hubiesen probado que la chica se había quitado la vida por decisión propia.
La sentencia de Vidal tenía baches muy serios. El principal es que no reconstruía cómo fue el supuesto crimen y no establecía cuál de los dos condenados había apretado el cuello de Natalia hasta asfixiarla. Más que una suma de pruebas era un compendio de conjeturas. “O bien se intentó matar a Natalia con la droga, y como ello no ocurrió, terminar con la estrangulación; o bien se usó el medicamento para poner a la chica en estado de indefensión antes de matarla”, decía en una parte. La certeza no era uno de los puntos fuertes del veredicto.
Un año después la Cámara de Apelaciones de Venado Tuerto confirmó el fallo de Vidal y las condenas a prisión perpetua. Pero esa sentencia tenía al menos dos elementos novedosos: dos jueces consideraron que los padres de Natalia eran inocentes y uno de ellos ni siquiera encontró evidencias de que la chica haya sido víctima de un crimen.
Aun así, trece meses después la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe le bajó el martillo a las apelaciones de los abogados de Fraticelli y Dieser y confirmó las condenas. Habían pasado cuatro años y algo más de un mes desde la muerte de Natalia y parecía que el caso era cosa juzgada.

La batalla legal
Pero los doctores Superti y Edwards decidieron continuar la batalla legal y llevaron el caso a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El fallo del máximo tribunal del país se conoció en agosto de 2006 y comenzó a torcer el rumbo de la historia del caso: consideró que las garantías de la pareja no habían sido respetadas durante el largo proceso judicial, valoró como inconstitucional la sentencia que los había condenado y ordenó que se hiciera un nuevo juicio. Después de más de seis años, ambos pudieron salir de la cárcel gracias al pago de una fianza.

Pero había algo que seguía sin explicarse: ¿cómo murió Natalia?
La Corte nacional planteó en su fallo serios cuestionamientos al sistema de enjuiciamiento en Santa Fe, donde todavía existían los jueces instructores y el proceso era escrito, secreto y sobre todo muy engorroso. Pocos años después esa crítica derivaría en la implementación de un nuevo Código de Procedimiento Penal, con un sistema acusatorio a cargo de un fiscal y el juicio oral, mucho más rápido y transparente que el anterior.
Apenas tres meses después del fallo del máximo tribunal del país, la Cámara Penal de Venado Tuerto emitió el veredicto del nuevo juicio: para dos de los jueces no había dudas de que Natalia se había suicidado con la ingesta de medicamentos contraindicados para la patología neurológica que padecía, y para otros dos había dudas de si se trató de un asesinato y por lo tanto correspondía otorgar a los acusados la absolución por el beneficio de la duda. El quinto ni siquiera votó, pero la cuestión había quedado zanjada. Por lo tanto, según el segundo juicio, no había pruebas de que Fraticelli y Dieser hayan matado a su hija y por lo tanto correspondía absolverlos.
Al extenso proceso judicial sólo le quedaban dos hitos: la confirmación de la Corte santafesina del segundo fallo, ocho años después (2014), y la ratificación final del máximo tribunal de la Argentina, una década más tarde (2016). Para entonces hacía rato que Dieser se había quitado la vida, abrumada por la ausencia de la hija y la acusación que la convirtió en su asesina. Fraticelli había vuelto reconstruido su vida sentimental y en 2016 logró jubilarse como juez aunque nunca le habían permitido volver a ejercer.
Lo que seguía sin saberse es cómo murió Natalia aquella madrugada del 20 de mayo del año 2000. Veinte años después, esa incógnita sigue sin resolverse y es uno de los misterios más grandes de la historia judicial de Santa Fe.


Por Jorge Salum - Diario La Capital Jorge Salum