Chiara tenía 14 años recién cumplidos y un embarazo de 2 meses cuando el 10 de mayo de 2015 su novio la mató a golpes y la enterró en el patio de la casa de su abuelo en Rufino. Durante todo un día la buscó el pueblo entero mientras él comía un asado con su familia a metros del lugar en donde había ocultado su cuerpo. A seis años del femicidio que fue la bisagra porque unió a todas las mujeres del país en un solo grito de “Ni una Menos”, el único condenado por el crimen todavía no tiene sentencia firme.
“Los únicos que tenemos perpetua somos nosotros”, dijo su mamá, Verónica Camargo y se lamentó: “Yo a Chiari de por vida no la voy a tener”. La Justicia santafesina condenó a Manuel Mansilla, que cuando asesinó a Chiara tenía dos años más que ella, a la pena de 21 años y 6 meses de prisión. En cambio, en relación al rol que cumplieron la madre del chico y su pareja, Carolina Gallegos y Carlos Cerrato, consideraron que para ellos aplicaba la figura de la “excusa absolutoria” ya que, por ser familiares del imputado, no pueden ser castigados por haberlo ayudado o encubrir el crimen.
“Los dejaron libres y eso duele, porque sabemos que él solo no pudo hacerle todo lo que le hizo”, remarcó la mujer de voz tranquila, delante del altar que armó en su propia casa para recordar a su hija. Por otro lado, en el caso de Manuel, quedó probado que sabía del embarazo de su novia cuando la mató y en ningún momento desde entonces mostró arrepentimiento por ello. Sin embargo, explicó Verónica, su abogada sigue apelando y desde hace tres años esperan que la Corte Suprema de Justicia de la provincia confirme o modifique la condena que recibió.
Verónica aprendió a hacerse fuerte en el dolor que le causó el homicidio de su hija y a transformarlo en ayuda y contención para otros familiares de víctimas e incluso para mujeres que sufren actualmente la violencia machista. Cuando la Justicia no actúa como corresponde, sostiene, “los padres nos tenemos que transformar en peritos, fiscales o abogados para tratar de hacer algo”. “A veces tenemos que informarnos o ver más de lo que nos gustaría”, señaló la mujer, que conoce la causa por el femicidio de Chiara de memoria, pero jamás pudo mirar las imágenes del horror que hicieron con ella.
Más de 300 vecinos del pueblo se sumaron aquel domingo hace seis años a los rastrillajes que hacía la policía para encontrar a Chiara durante las horas que estuvo desaparecida, pero ella nunca había salido de la casa de su novio. La habían enterrado en el patio. Después, la autopsia confirmó lo que a simple vista evidenciaban los golpes en su cuerpo y también determinó que la víctima había tomado un antiinflamatorio usado para abortar. Cursaba un embarazo de ocho semanas, su madre sabía, pero la familia de su novio no quería que continuara.
Mientras espera la resolución de la Corte santafesina sobre el recurso de inconstitucionalidad interpuesto por la defensa de Mansilla, Verónica solo confía en que no reduzcan la condena. “La prueba es más que concreta”, asegura, y repasa: “Chiara fue asesinada cruelmente, su asesino confesó y la enterró en su propia casa”. Pese a todo, todavía no hay una sentencia firme para él.
Verónica tiene muy claro lo que ocurrió con su hija y aún así, por momentos, sigue hablando de ella en presente. “Agradezco que a ella le encantaba sacarse fotos, porque esas imágenes son lo único que yo tengo hoy”, dice con los ojos vidriosos. Detrás, en distintos marcos, la sonrisa de su hija sigue viva y así le gusta recordarla.
A seis años del femicidio de Chiara Páez, su exnovio sigue sin sentencia firme: “Los únicos que tenemos perpetua somos nosotros”
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